En Stand by



Me encuentro en ese momento de la vida de cada jugón en que el hastío se apodera de nuestra afición. No es una sensación nueva, como ya digo, me ha pasado irremediablemente al encarar la recta final de cada generación. Y es que, al menos a los consoleros como yo, nos suele invadir una sensación extraña cuando se vislumbra el nacimiento de nuevas máquinas. Un hartazgo por esto de los videojuegos, un empacho más bien. Es difícil de explicar.

Empieza una mañana de esas de domingo, medio girao todavía de la noche anterior, con hambre, mal aliento y una considerable tendencia a aplacar picores en zonas de mi anatomía que no debiera nombrar. Una mañana de tantas en las que te levantas y enciendes la Play para pegar unos tiritos y luego darle unas vueltas en Le Mans al flamante Mazda 787B que compraste hace apenas dos días muy ilusionado y todavía no has podido probar como se merece. Todo empieza con el mismo ritual que empiezan muchos domingos...

Y de repente, te ves arrastrando por el pasillo el pedazo de cachivache que te has montado para conducir frente a tu tele, con los cables colgando por todos lados y el mando parpadeando porque anda flojo de pila. Te preguntas dónde diablos pusiste el GT la última vez. “Lo dejé en la caja del Final Fantasy, creo”. “Pues no”. “Estará en la del LEGO LOTR... tampoco”. “Bufff, me duele la cabeza...” Que te entra un perezón de la leche vamos. Que otra vez será. Que si me pongo una excusa, que si me pongo otra, que me vuelvo a dormirla en la cama, que es donde mejor se está.


El caso es que de un modo u otro, acabas de dejar pasar una oportunidad de perder las horas jugando. Y lo malo no es eso, lo malo es que ni siquiera lo has cambiado por leer, ver una peli o salir a dar una vuelta con la bici para quemar los restos de anoche. Eso es lo peor. No has jugado porque no te apetecía. Y uno, que tiende mucho a darle vueltas a todo, termina dos semanas después sin haber tocado un pad y al borde de la embolia con la tontería de que se está haciendo mayor, que a lo mejor los videojuegos ya no le gustan o que debería venderse la colección para comprar una tablet de esas que todo el mundo usa últimamente y te hacen parecer un tipo molón.

Di que una de las ventajas de los perros viejos en esto de los videojuegos es que al final, te pones a recordar y resulta que esto ya lo has vivido. Y si overclockeas la neurona, resulta que lo has vivido varias veces. Siempre al finalizar una generación de consolas. Siempre cuando están a punto de presentarse las nuevas máquinas y el PC ya ha humillado a las sobremesas repetidamente. Te has hinchado a comprar todo lo mínimamente interesante que iba saliendo al mercado durante unos años. Tienes un centenar de juegos sin probar, muchos de ellos con el precinto intacto. “Has vuelto a hacer el buitre, amigo”, te dices, “¿y ahora qué vas a hacer con todo esto? ¿Malvenderlo?”.


¿Mi plan al respecto? Tomarme unas vacaciones. Olvidarme de jugar por obligación y aprovechar las venadas que me den esas noches de “no sé, igual enciendo la consola”, para disfrutar de las joyazas que se han ido quedando apartadas en el camino por los lanzamientos de última hora. Olvidarme de las novedades, vamos. Ya llegarán a mis manos en algún momento de los próximos dos años. Centrarme en sacarle partido a esa colección que acumula polvo injustamente en las estanterías.
Es más, igual hago como en la época final de la play2 y me pongo las consolas en el dormitorio. Hecho de menos eso de meterme en la camita y darle hasta el amanecer al ICO, que lo compré de salida y no lo jugué hasta ya puestas en la calle las sucesoras de las 6ª generación. ¡Manda huevos! 

Supongo que mi mujer (cariño, si estás leyendo esto sonríe, te quiero) no se sentirá muy feliz de volver a compartir las noches con marines musculosos con armas enormes... o tal vez sí... Pero como tiene más paciencia que un santo, al final cederá y hasta con la tontería me dejará comprar un monitor para el dormitorio. Seguro que incluso se engancha a algún juego y compartimos juntos la afición, que hace ya tiempo que no la veo con un pad en la mano insultando a una pantalla. 


Sea como fuere, esto va por rachas, es algo que hay que saber entender. Una temporada estás agobiado porque no llegas a jugar todo lo que sale. Otra temporada te sientes fatal porque ni siquiera te has comprado el bombazo del momento que te ha estado hypeando todo un año, la siguiente ya es que pasas de todo y te dedicas a disfrutar de tu afición intentando recuperar las sensaciones que te producía cuando eras un criajo, te dejaban sacar la ATARI los domingos y conectarla a esa tele enorme SABA con caja de madera, para jugar hasta la hora de comer. Y luego llega ésta en la que estoy sumido ahora. La desidia y la apatía por los juegos. La necesidad de algo que vuelva a sorprenderme y renueve la llama del consolero que llevo dentro. Porque de momento el desbordamiento ha calado y no me queda otra que olvidarme de todo por una temporada. Por unos meses, espero.

En nada empezaremos a ver las nuevas iteraciones de Microsoft y Sony (de Nintendo no hablo, que se me verá el plumero), y de nuevo el hype, la renovación de esperanzas y ese brillo salvaje que se nos pone en los ojos a los jugones ante los grandes lanzamientos. El círculo, una vez más, está a punto de cerrarse. Solo hay que tener un poco de paciencia. Si te hallas en una situación parecida a la mía, hazme caso, espera tranquilamente y verás como el problema no son los juegos, ni tu edad, ni que la parienta te haya echado al salón con tus cachivaches. El problema es, sencillamente, que ha llegado la hora del cambio. Ha llegado la hora de hacer acopio de fuerzas para afrontar otra ilusionante nueva etapa de nuestro mundillo, no vaya a ser que se nos caiga el marcapasos al suelo con alguna de las presentaciones que, todo parece indicar, nos llegarán este año.

3 comentarios:

Zoe Sarla dijo...

Me siento bastante identificado con este texto pese a tener una diferencia de edad no muy grande. La rutina me mata y llego a casa y digo: "a qué juego?" Y acabo por mirar al techo en vez de jugar o hacer algo productivo.

Es algo que estoy empezando a odiar cuando pasa...

Guille dijo...

Tal vez a muchos les pasa esto ya que siempre juegan los mismos
juegos o géneros. Yo por ejemplo hace harto que paso de los Shooter.

Anónimo dijo...

Eso lo arregla Dragon Quest

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