Rascando en la Superficie: Rockstar, como los buenos vinos



"Dicen que Dios inventó el whisky para que los irlandeses no dominaran el mundo"

Irish, Red Dead Redemption

La narrativa es la gran asignatura pendiente del videojuego. A pesar de encontrarnos con guiones dignos del mejor Mahmet con la saga Metal Gear, con escritores metidos a ligapíxeles como Sam Lake o con visionarios como Ken Levine, nos queda mucho para alcanzar esa identidad que asiente al videojuego como un estandarte en el viejo arte de contar historias. A lo largo de los últimos años, hay quien ha agachado la cabeza debajo del ala( hola Nintendo), tratando de convencernos de la absurda idea de que un videojuego no necesita contar algo para llegar al corazón, claro que no lo necesita, lo pide a gritos. Hoy hay quien se ha erigido como baluarte del saber hacer, los artesanos del código fuente, Rockstar.


La empresa neoyorkina se hartó del convencionalismo, de la princesa, del héroe y del mago de nivel 50 que lanza rayos por el culo. Allá por 1997, cuando algunos aún jugábamos a las chapas de fútbol sin necesitar una PSP, nos dieron una colleja de crudeza con el primer Grand Theft Auto, desde entonces, los Howser no han soltado la bandera del videojuego adulto en ningún momento. Las bodegas Rockstar nos obsequian con su cosecha anual un Ribera de Duero, un vino serio que no puede ser degustado rápidamente, que ha de asentar sobre la mesa, que mejora acompañándose de carne casi cruda, como la realidad de las calles de Nueva, digo, de Liberty City.

Las claves

Rockstar conoce a sus clientes. Sabe que el perfil de videojugador maduro de hoy en día nació en los ‘80 o primeros de los ’90, que mamaron “Equipo A”, “Nirvana” y “Jungla de Cristal”. Saben que fueron educados con “Sin Perdón” y no con “Duelo en OK Corral”, que escucharon a “Public Enemy” aunque fuera de refilón, lloraron a Tupac y a Cobain y  consideran que la última gran peli de acción fue “El Último Gran Héroe”. Rockstar respeta la idiosincrasia generacional a base de sutiles referencias, más basadas en el estilo que en el barato y accesible mentar sentimientos enterrados en lo más profundo de nuestro hipocampo.

Todos podemos ver un poco de Don Johnson y de Tony Montana en Vercetti, es fácil captar la Florida ochentera de chándals de tactel y trajes blancos, hacer una ambientación en el fondo no es tan difícil. Unos buenos diseños de escenario, cuatro o cinco canciones de Slayer y Michael Jackson y voila, ya puedes sentirte un chulazo cocainómano de los 80. Rockstar va más allá, desarrolla sus personajes hasta el más enfermizo de los detalles, desde la perfecta animación del abogado drogadicto Ken Rosemberg hasta el doblaje de Candy Suxx( Ms Jeena Jameson), están milimetrados con minuciosas manos de relojero.
Fashion victim

Los diálogos

Habrá quien sólo visite estos títulos con ansias de rebanar viandantes con una motosierra o de parar en los semáforos con un tanque, que crea que el levantar el pie del acelerador para escuchar las mentiras de Roman es innecesario cuando lo que interesa es volar media ciudad por los aires y transportar el fardo a la otra punta de la ciudad, pero es en cada frase con Vladivostok FM de fondo, donde reside la esencia de GTA IV.

El culmen del diálogo lo alcanza el hombre más recio de la historia de los videojuegos, John Marston, sin duda el protagonista mejor definido por el sello de los Howser. John Marston es un hombre arrepentido, con principios y que lleva la honestidad a gala, sin perder nunca de vista su verdadero objetivo, cuidar de su familia. Probablemente John Marston nunca haya leído un libro de filosofía, jamás haya redactado una carta y a duras penas sabe escribir, pero muestra mayor sensatez y visión de la realidad que cualquiera de los idealistas revolucionarios, “Doctores” y honorables agentes de la ley con los que le toca lidiar. Recuerda a otros tiempos, a aquellos en los que un hombre que cultivaba su tierra, atesoraba sabiduría en sus arrugas y cicatrices sin vanagloriarse del número de papers publicados. Sabe a sencillez y a whisky de 20 años. La realidad de Marston es muy parecida a la de nuestros abuelos, a pesar del lapso temporal existente, y Rockstar sabe cogernos de la mano y llevarnos de paseo por sus retratos vivos como nadie.

La polémica

Su Dickensiana capacidad para transportarnos a otra época queda apantallada siempre por el dedo acusador, por la moralina fácil y el telediario de Matías Prats. Rockstar siempre ha pensado en el jugador que quiere ir un poco más allá, ofreciéndole crudeza y realidad. En la vida real se pega, se dispara, se folla y se traiciona. En los juegos de Rockstar se pega, se dispara, se folla, se traiciona y se hacen recados. Las frágiles mentes del ciudadano de a pié deben ser educadas con imágenes de coros rocieros, darles un poco de realismo es cruel y despiadado, por ello estos “nintendos malditos”, son señalados por sucedáneos de mesas de tertulianos de Intereconomía.

Sin embargo, nuestros queridos escoceses no se dejan llevar por las críticas, y ofrecen en cada nuevo título, una nueva dosis de realidad, aprovechando a sus detractores como un gran reclamo de neón en una carretera secundaria.

 "Y dise que golpee a la prostituta"


Sus finales...


Los indescriptibles sentimientos que Rockstar es capaz de desatar cuando se agota el reloj de arena de sus títulos dejan mella como hace el roble de la cuba en el vino. Culminar un buen desarrollo con un final a la altura es una de las asignaturas en las que el videojuego ha suspendido en más ocasiones. No ocurre así con las tragedias apadrinadas por los Howser. Pero prefiero que ustedes lo descubran por sí mismos, aunque todos ellos siguen un patrón concreto, traición.


"Quiero que seas un buen hombre Jack"

La conclusión

El videojuego necesita cada año unas gotitas de cada uno de los estudios asociados de esta productora, porque el videojuego necesita madurar aún más para salir del underground del arte, porque me veo más cercano a las ganas de dejar atrás el pasado de Niko Belic que del nanotraje de Crysis. Porque si el videojuego se olvida de crecer, seguiremos siendo imperecederos Peter Pan.

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