Shadows of the damned: Los desterrados se van de juerga

La industria del videojuego, a pesar de su relativa juventud, ha logrado no sólo afianzarse como una de las más rentables y punteras en lo que a entretenimiento y ocio se refiere, sino colocar en primera plana nombres de personajes ilustres del sector que habrían pasado desapercibidos de no ser por su eco mediático. Antiguamente, y hablo de hace una o dos décadas, la comunidad gamer estallaba el termómetro de su hype particular al enterarse que tal o cual compañía iba a lanzar un nuevo videojuego. Esto ha devenido en una personificación de ese hype, de modo que ahora los juegos son de Ken Levine, Shigeru Miyamoto, Hideo Kojima o de Tomonobu Itagaki, en lugar de Capcom, Konami, Nintendo o DICE, lo que parece olvidar que tras una desarrolladora hay una legión de trabajadores, y uno sólo una cara visible. Precisamente es lo que ha ocurrido con Shadows of the damned, la nueva y anárquica propuesta de un trío de ases, Shinji Mikami, Suda 51 y Akira Yamaoka. Adentrémonos en su universo (e infierno) particular.

Si algún calificativo es aplicable a este triunvirato, ese es el de creador, puesto que los tres han manifestado, a lo largo de su dilatada carrera, una imaginería individualizada y una forma eminentemente personal de ambientar un producto de entretenimiento digital. Mikami fue el artífice e impulsor de la saga Resident Evil, ahora en clara tela de juicio; Suda 51 adoptó una estética adulta y minimalista en sus juegos, inspirada en el manga y anime; mientras que Akira Yamaoka consiguió aterrarnos gracias a la soberbia ilustración musical que aplicaba a los primeros juegos de Silent Hill. La fusión de estas tres mentes pensantes, tan dispares pero tan ricas e inquietas, era evidente que no podía dar como resultado más que un producto distinto, aunque sin alardes de originalidad.

Shadows of the damned no trata de ofrecer algo sorprendente ni revolucionario al jugador, sino que más bien trata de trasladarle una serie de sensaciones que le impliquen en una historia, sencilla y trillada, pero tremendante inmersiva. El título apuesta más por el uso de la estética y la ambientación, unida a su humor y su tono adictivo por su acción y diversión directas, que por elaborar un intrincado argumento y un reto tanto intelectual como neuronal para el usuario. Así, su punto de partida no puede ser más simple, y es el del rescate de nuestra amada, que ha sido raptada por el mismo señor de las tinieblas (aquí llamado Fleming) con fines no precisamente bienintencionados. Vamos, que no se trata más que una traslación de un trasnochado Mario donde las setas se convierten en litros de alcohol y las tortugas en repulsivas criaturas del averno. 

 Paula, objeto de deseo de nuestro protagonista y de los antagónicos demonios

Encarnamos a García Hotspur, un mejicano borrachín con aires macarras que chapurrea un spanglish realmente chocante y que deberá emprender un periplo por los confines del infierno en búsqueda de su amada Paula si desea seguir conservando su garantizada cópula semanal. Con esta premisa el juego no puede ir encaminado por otro género que el de la acción, y esto es lo que promete y lo que, en suma, ofrece con creces Shadows of the damned, acción pura y dura, directa y desenfadada. La vista será en tercera persona y el ángulo de apuntado será desde encima del hombro, algo que ya pudimos ver en Resident Evil 4 y que ha sentado precedente en los títulos de acción actuales. Podremos vaciar el cargador en nuestros enemigos o bien optar por apuntar a órganos vitales (algo así como Dead Space pero sin tantas opciones de desmembramiento), asisitiendo a espectulares secuencias en cámara lenta en caso que acertemos en la cabeza del rival. Las armas serán cuatro, todas ellas de fuego, aunque no todas se podrán utilizar en todo momento, y unido a su carácter macabro (algunas están realizadas con huesos y dientes) se une el componente sexual (de hecho, una de ellas se llama Big boner, y quien sepa inglés ya sabe a qué se refiere), que en lugar de grosero o tosco se torna cómico y simpático.

No faltan elementos prototípicos como los consabidos enfrentamientos con jefes de fase, la posibilidad de mejorar armas (con un personaje heredado del famoso buhonero de Resident Evil 4), y la recarga de energía se realizará bebiendo botellas de tequila o absenta. Instructivo, ¿verdad? A ello hay que unirle los chascarrillos que mantendremos con Johnson, una antorcha en forma de calavera que nos acompañará durante toda la aventura y que acentuará los momentos de humor del juego, en ocasiones incluso subidos de tono. Shadows of the damned es un juego que tiene la capacidad innata de mantener al jugador constantemente con una sonrisa, sin conseguir que la propuesta forme parte de los candidatos a GOTY, pero sí que el tedio no se apropie de su desarrollo.

La oscuridad también será nuestra peor enemiga, como lo de cualquier borracho, vaya.

El juego cuenta con varios niveles de dificultad y hay que decir, y con esto me delato, que en su modalidad más elevada el reto es considerable, obligando a repetir una y otra vez la hazaña. A la sensación de agobio que presenta el asedio en diversos momentos de la acción por parte de los enemigos hay que sumarle la presencia de la oscuridad, y es que cuando ésta haga acto de presencia, Hotspur se debilitará a marchas forzadas, pudiendo perder la vida si no consigue disparar a un foco de luz que ilumine el camino (y que suele estar presente en lámparas con forma de cabeza de cabra, bizarro a más no poder). Algo así como lo que ya pudimos jugar en Alan Wake pero aquí no tan sofisticado y atmosférico sino más liviano pero igualmente efectivo. Y como no sólo de acción vive el hombre, también, por aquello del qué dirán, Shadows of the damned incluye algún que otro puzzle aislado, que en verdad no constituye excesivo reto, interrumpiendo durante pocos minutos el frenético ritmo de juego.

A nivel gráfico el título simplemente cumple, no pretende apabullar sino sencilla y llanamente sumergir al jugador en un escenario infernal, de modo que es muy probable encontrar algún que otro error aislado en el motor de colisiones y más de una textura que requiere de cierto trabajo de pulimentación, pero es absolutamente perdonable porque el título no está concebido para el deleite visual, sino para el disfrute desprejuiciado. Como es lógico, el juego se desarrolla en entornos oscuros y es en los efectos lumínicos donde Shadows of the damned muestra sus virtudes, con un predominio de los tonos azules verdaderamente inquietantes.Las escenas cinemáticas tienen el toque Suda51 característico, aunque el trabajo de modelación se ha visto ampliamente reforzado en comaparación a obras pretéritas como No more heroes o Killer7.

Todo es posible en Shadows of the damned, hasta una bizarrada genial en 2D como ésta

A nivel sonoro el título es espectacular, y es toda una gozada escuchar los efectos sonoros en un sistema de sonido 5.1 o unos auriculares, pues la sensación acústica es inmejorable, asistiendo a un sinfín de tiroteos, gritos, ruidos infernales y todo tipo de sonidos provenientes de catacumbas que llegan a acongojar, unido a la música de Yamaoka que, sin dejar huella, logra mantener la tensión del momento, creando un halo ambiental constante que, pasando inadvertido, logra su objetivo. 

La duración del juego, en función de la habilidad de cada cual, fluctúa entre las 8 y 10 horas, y su ausencia de modo multijugador quizás no invita a su rejugabilidad, más allá de conseguir todos los logros y revivir una aventura digna de ser disfrutada por segunda vez, por su carácter anárquico y ecléctico, amen del sinfín de curiosos y simpáticos guiños a elementos y películas del género de terror que contiene, como Arrástrame al infierno, Cazafantasmas o Posesión infernal, algunos evidentes y otros no tanto.
En definitiva, Shadows of the damned es un juego que merece ser insertado en tu consola y vivido, al menos, una vez en su totalidad, ya que, sin aportar novedades realmente jugosas y combinando muchos elementos del cine, la literatura y del videojuego habidos hasta la fecha, logra sacar adelante un producto divertido, frenético y sin complejos, que reniega de la majestuosidad argumental y apuesta por el aquí y ahora, la chabacanería gore y el toque puramente "japo". Si me preguntas, amigo lector, que de la mente de estos tres creadores podría haber salido algo mejor y con mayor entidad, probablemente te responda que sí, pero lo que es innegable es que este juego me ha proporcionado ratos inolvidables de esparcimiento en pequeñas dosis, que es como deben ser disfrutados los buenos momentos. No lo pienses, hazte con él a un precio razonable.

2 comentarios:

Anthorion dijo...

La verdad es que no me ha llamado nada este juego, nada... No soy nada fan de Mikamy y Yamaoka hace tiempo que no hace nada bueno. Pero, parece un juego divertido que me animaré a catar.

Rolandir dijo...

Pienso que éste juego puede ser el típico que pese a no despertar interés (en mi no lo hace) luego cuando se juega resulta divertido. Tal como se comenta, cuando esté a un precio razonable, caerá.
Gran trabajo con el análisis, enhorabuena.

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