"Oye amigo, lo único que da órdenes en este mundo son los cojones. ¿Tú tienes?"
(Tony Montana (Al Pacino), en El precio del poder, (1983)))
Ríos de tinta se han vertido (y por qué no decirlo, de sangre también) desde que allá por octubre de 2009 se filtraran las primeras imágenes de la tercera entrega de la saga Max Payne. En ellas se podían evidenciar los no pocos importantes cambios que Rockstar Games, quien cogía el testigo de Remedy, autora de los dos primeros títulos de la saga, iba a implantar en Max Payne 3. El principal era la caracterización de su protagonista, quien da título a la emblemática franquicia, y que pasaba de ser un estilizado y elegante policía a un envejecido dipsómano con notorios problemas de sobrepeso e higiene, calvo y con claros síntomas de haber sufrido en su físico los azarosos golpes de la vida. Esto pronto provocó la intensificación de la rumorología y los malos augurios en la comunidad gamer, siempre desconfiada de apostar por el más mínimo cambio, apuntando a una desvirtualización y un erróneo cambio de rumbo de la franquicia. Pero nada más lejos de la realidad, la tercera entrega de Max Payne ha supuesto una revitalización de la misma, erigiéndose como un referente a seguir en el género de los third person shooter, y que hoy parece anclado por la constante repetición de esquemas y el acomodamiento en recursos convencionales y manidos.
La historia de este nuevo Max Payne no merece más que ser introducida ligeramente, ya que el enfoque que Rockstar Games le ha dotado es tan sumamente cinematográfico que sería un auténtico pecado el adelantar cualquier mínimo elemento de su absorbente trama. El ex-agente de policía Max Payne ya no forma parte del cuerpo y sobrevive en un apartamento de mala muerte, donde ahoga sus penas del pasado, pérdidas familiares incluidas, mediante una peligrosa combinación de alcohol y analgésicos. Un encargo aparentemente sencillo cambiará el rumbo de su vida, deberá hacerse cargo de la seguridad privada de una acaudalada y popular familia en Brasil, sumergida en un mar de excesos y excentricidades. El acecho y ataque del hampa y las bandas locales de narcotraficantes no se hará esperar.
A pesar de su deterioro físico, Max sigue conservando sus habilidades "profesionales"
Max Payne 3 se configura como un shooter en tercera persona que combina con acierto los elementos característicos de antaño con las novedades jugables de hoy en día. Así, podremos hacernos valer de un sistema de coberturas que momentáneamente nos darán un respiro ante la continua lluvia de balas a la que seremos sometidos, aunque cabe decir que dichas coberturas no servirán para rellenar la barra de energía del bueno de Max. Y es que, si algo ha caracterizado a la saga, entre otras cosas, es su ajustada dificultad, representada, por un lado, por la inexistencia de la recuperación automática de energía, debiendo hacer acopio de los contados analgésicos que pueblan los escenarios y así poder curar nuestras heridas y, por otro, por la excelente inteligencia artificial de los enemigos, que se distancian de las habituales "dianas móviles" para pasar a ser seres pensantes que nos sorprenderán, nos rodearán y en más de una ocasión acabarán con nuestra vida de un disparo fatal.
Quizás la mecánica del juego, la de avanzar por diferentes estancias, de un punto A a un punto B, de manera constante, eche atrás a muchos, pero puedo asegurar que en ningún momento esta dinámica se hace aburrida ni monótona. El show de violencia y el hiperrealismo que emana de las imágenes de Max Payne 3 consigue no sólo la plena implicación del jugador sino la necesidad imperiosa de saber qué se esconde detrás de cada fase. Ello unido a la variedad de armas que ofrece el juego, la espectacularidad mostrada en la ejecución de los "headshots" y las distintas coreografías que representan los enemigos cuando son abatidos suponen un aliciente extra para un jugador que deberá usar la inteligencia y la estrategia para poder salir airoso de cada oleada. Si a ello le unimos el marcado ritmo cinematográfico, que propugna una intercalación de secuencia jugables con cinemáticas que desarrollan con rigor e intensidad una más que atractiva historia (y que suponen un respiro ante tanta adrenalina en plena efervescencia), nos dará como resultado una absoluta obra maestra que evidencia el afanado esfuerzo que Rockstar Games ha invertido.
La diplomacia de Max no se basa en el diálogo precisamente
A nivel técnico el juego es sobresaliente, unas animaciones muy realistas y trabajadas, con detalles que sorprenderán a más de uno (como la forma de intercambiar las armas), un funcionamiento del juego óptimo, sin caidas de frame rate, sin tearing, popping y ninguna de las lacras que asolan esta nueva, ya en decadencia, generación. Por si fuera poco, los tiempos de carga se reservan exclusivamente para el inicio de cada fase, lo que hace casi increíble que el juego pueda funcionar de forma tan fluida, sin pausas ni cargas, durante la partida (incluso dará paso a las cinemáticas sin previa pausa), lo que no puede provocar sino que me quite el sombrero ante tamaña hazaña gráfica. Tampoco se queda atrás el apartado sonoro, y es que al incesante ruido de las balas ha de unirse un excelente doblaje inglés y una asombrosa utilización de las voces nativas (en portugués) de los enemigos, y que se integran a la perfección en la acción. La música quizás pase desapercibida, aunque cabe destacar el melancólico tema central que suena durante los créditos iniciales, que ya aparecía en el original y que aquí se le ha dado un toque algo más grave y solemne.
No podemos hablar de Max Payne sin hacer referencia expresa, obviamente, al uso de la cámara lenta o "tiempo bala". Y es que este recurso no es un mero capricho para el lucimiento técnico o la potenciación del espectáculo, sino que se perfila como una habilidad disponible para el jugador para poder analizar y secuenciar los tiroteos contra los enemigos. Quien conozca la saga sabrá de lo que estoy hablando, y que viene a ser una extensión, en formato videojueguil, del sistema de representación de la violencia que algunos directores de cine, como Sam Peckinpah o Los hermanos Wachowski, emplearan en algunas de sus películas. Este recurso, lógicamente limitado, se ha convertido en el buque insignia de la saga y, por ello, sabiamente, se ha optado por conservarlo, aunque puliendo y depurando su ejecución.
Los saltos acrobáticos y el bullet time siguen siendo la nota definidora de Max Payne 3
Pero aquí no acaba la historia, al igual que hiciera la remodelada saga de Batman, Arkham Asylum y Arkham city, la muerte del último enemigo de cada oleada posee una animación particular, y que mostrará con todo lujo de detalles la descarnada y cruel ejecución del villano de turno. Asimismo, el juego implementa el sistema de "segunda oportunidad", de sobra conocido en los modos multijugador de Call of duty, y que permite cuando somos heridos de muerte aguantar y reincorporarnos si eliminamos al enemigo que nos disparó. Quizás para los más puristas esta incorporación suponga un sacrilegio a la franquicia y un mancillamiento a sus principios jugables, pero, lejos de hacerlo accesible, alarga la vida del juego.
Max Payne 3 goza de una extensa campaña, dividida en dos partes bien diferenciadas, a tenor del cambio de aspecto físico del protagonista, y su duración se ve notablemente alargada por los diferentes modos multijugador, basados en un sistema de niveles y con multitud de retos, a efectos de logros, por desbloquear, lo que eleva a cientos las horas de juego que se puede extraer del título. Además, la utilización de la cámara lenta también es posible en el modo competitivo multijugador, resuelto de una manera ingeniosa por los desarrolladores, ya que su uso sólo afectará al entorno más cercano (¡aprende, Stranglehold!). En definitiva, un multijugador nada impostado y que hará las delicias de aquellos que pugnan por ver sus nicknames en los rankings online.
Los modos multijugador eternizan la duración de Max Payne 3
En definitiva, Max Payne 3 merece ser el SOTY 2012 no por ofrecer trascendentales innovaciones en el género, sino por saber aglutinar todas las virtudes que lo caracterizan y llevárselas a su terreno sin variar ni un ápice el espíritu original de la franquicia. Las dudas de hace tres años han quedado plenamente disipadas, y no cabe sino felicitar a Rockstar Games por no haberse acomodado ni vivido de rentas pretéritas, sino por haber apostado por la renovación y el perfeccionamiento, de los que ha resultado un auténtico juegazo al que se le pueden oponer pocos, por no decir ningún, pero. Max Payne ha vuelto, para quedarse.
1 comentarios:
Que bueno es este juego, y que trabajo tan cojonudo hicieron los señores de Rockstar.
De mayor quiero ser como Max Payne... no, espera... mejor no.
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