¿Innovación o infamia? Se abre la veda, y la polémica está servida. Ubisoft confirmó hace poco la continuación de una de las sagas que, independientemente de su mayor o menor calidad, poseía unas señas de identidad y una ambientación asentada. Call of Juarez, en sus dos entregas precedentes, se presentaba como un shooter en primera persona (¿qué novedad, verdad?) que hacía suyos elementos e influencias de otros juegos, pero cuyo mayor atractivo era su desarrollo en el lejano Oeste, con las dosis de atracción e interés que ello conlleva para gran parte de la comunidad jugona.
En esta tercera parte, llamada Call of Juarez: The Cartel (lo que ha generado cierta molestia en Méjico dado el alto índice de asesinatos que en Ciudad Juárez se cometen), poco queda de esa atmósfera típicamente cinematográfica como es la del western. Un desierto, un sombrero de cowboy y una escopeta de doble cañón son los únicos restos herederos de la franquicia, que vienen a combinarse con un estilo que acentúa la acción y una trama que se desarrolla en la actualidad. Policías, corrupción, chalecos antibalas y narcotraficantes se darán la mano, no alcanzo a saber si de manera amistosa, con los valores y principios clásicos del Far West. Ubisoft ha querido romper con los estereotipos a costa de desnaturalizar la saga y adulterar los estándares tradicionales. Un riesgo que podría pasarle factura. De momento, y a tenor del trailer, lo han conseguido, ya que más que un western Call of Juarez: The cartel bien podría pasar por un Kane & Lynch in Almería.
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